Otro de los títulos que tienen nuestros antepasados para merecer el respeto y la admiración de todos los españoles que no son valencianos, es la protección que dispensaron al invento de Guttemberg.
Valencia, señores, dijo el notario con noble altivez, es la primera población de España que admite en su seno a los alemanes que difundieron entre nosotros el arte de la imprenta. Lamberto Palmart y Fernández de Córdoba, Lope de Roca y Jacobo Vizlant, Jaime de Vila y otros, establecen sus imprentas en la capital de nuestro reino, y de allí salen los primeros libros impresos en España. Las Obres e trobes en lahors de la Verge Maria que colecciono nuestro compatricio Mosén Bernardo Fenollar, es hoy, después de maduro examen critico, la primera obra impresa en España, el año 1474. Para conmemorar tan fausto acontecimiento, se coloco en una casa, junto al portal de Valldigna, la siguiente inscripción sobre una lapida de mármol blanco:
Valencia, señores, dijo el notario con noble altivez, es la primera población de España que admite en su seno a los alemanes que difundieron entre nosotros el arte de la imprenta. Lamberto Palmart y Fernández de Córdoba, Lope de Roca y Jacobo Vizlant, Jaime de Vila y otros, establecen sus imprentas en la capital de nuestro reino, y de allí salen los primeros libros impresos en España. Las Obres e trobes en lahors de la Verge Maria que colecciono nuestro compatricio Mosén Bernardo Fenollar, es hoy, después de maduro examen critico, la primera obra impresa en España, el año 1474. Para conmemorar tan fausto acontecimiento, se coloco en una casa, junto al portal de Valldigna, la siguiente inscripción sobre una lapida de mármol blanco:
Á LOS INTRODUCTORES EN VALENCIA
DEL ARTE CIVILIZACIÓN DE LA IMPRENTA,
ALFONSO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA
Y LAMBERTO PALMART
QUE EN ESTE SITIO ESTABLECIERON
LA PRIMERA PRENSA QUE FUNCIONÓ EN ESPAÑA,
EL MUNICIPIO DE VALENCIA
AL CELEBRARSE EL IV SIGLO
DE SU INSTALACIÓN EN NUESTRO PAÍS.
AÑO 1874
Ya se, dijo D. Vicente, que los catalanes nos han disputado la primacía, pero sin fundamento serio. Precisamente la critica moderna les asigna un lugar muy inferior al que ellos imaginaban, y así se deduce de las pruebas presentadas por Méndez, Villarroya, Salvá y otros. En 1472 es probable que ya funcionaba la prensa de Palmart en Valencia, y en 1478 ya teníamos impresas en aquella ciudad, además de las citadas Trobes, el Comprehensorium, el Salustio y la Tertia pars Summae Sancti Thomae, sin contar otras mencionadas por los bibliógrafos.
Causa profunda admiración el primor con que están trabajados los incunables valencianos, o sean los libros impresos hasta comienzos del siglo XVI. En las primeras obras emplean los impresores el tipo veneciano o letra romanilla, pero luego adoptan el tipo gótico que se generaliza en España.
En el siglo XVI, Juan Navarro y Pedro de Huete, Mey y Diego de Gumiel, Díaz Romano y Juan Jofré, Jorge Costilla y otros mantienen la imprenta valenciana a una altura envidiable.
Algo degenera durante el siglo XVII, pero la decadencia general que se observa en otras artes, por fuerza había de repercutir en el de la imprenta, pues las letras no podían servir de aliciente, por estar ellas mismas privadas de vida robusta, como la gozaron en los dos siglos anteriores.
La restauración literaria que se inicia en los reinados de Felipe V y de Carlos III, alienta los progresos de la imprenta, y de las prensas de José Esteban Dolz, Balle, García, Lucas, González, Bordazar, Orga y otros, salen otra de relativo merito. La primacía la obtiene sin competencia el meritísimo tipógrafo Benito Monfort, que no solamente compite con los tipógrafos madrileños, sino que por la nitidez y esmero, por el lujo y singular pericia en el arte, merece que D. Carlos III fije en el su atención y le colme de honores.
Mención especial merece el impresor Bordazar, no solo por su pericia en el arte de Guttemberg, sino por su ilustración nada vulgar en gramática y humanidades. De el he visto preciosos autógrafos que vinieron a para a la Biblioteca mayansiana, y que estuvieron a punto de ver la luz publica. Después de Felipe Mey, impresor y catedrático de humanidades en nuestra Universidad, no creo que haya, entre los impresores valencianos, sujeto mas erudito que D. Antonio Bordazar de Artazú.
En el siglo XIX, mantienen el esplendor de nuestra imprenta meritísimos tipógrafos que, ayudados por la litografía, fototipia y fotograbado, se esmeran en competir con los de Madrid y Barcelona.
Dijo el notario, y no faltó amigo que aplaudiese la patriótica improvisación; pero D. Vicente rehusó aquellos aplausos, a trueque de infundir en el animo de los contertulios el espíritu regionalista, muy a propósito para desechar la indiferencia y apatía, causa doble del abatimiento regional en que nos hallamos.
Así terminó aquella agradable velada.
“El Abuelito: Conversaciones histórico-familiares, acerca de la Región Valenciana”. Ontavilla, Luís de; Valencia, Alufre, 1899