
La conducta del ilustre cardenal Cisneros y de nuestros inquisidores, no merece por mi parte ningun reproche, ni tiene absolutamente ningun motivo para mi indignacion: aquello no lo hicieron por odio a las letras ni a las artes; y ¡como habia de ser enemigo de las mismas el fundador de la Universidad de Alcalá!; ni siquiera mediaba desden por la literatura arábiga, cuyos libros de filosofia, medicina e historia mandaban ellos conservar; pero sin afearles su accion, es muy licito, y hasta natural, lamentarse y dolerse de que tales cosas sucedieran, por la misma causa que nos lamentamos y nos dolemos de la muerte de un hermano, de un amigo; pues aunque aceptemos resignados los designios de la divina Providencia, no deja de ser cosa por demas sensible y triste para el corazon humano. De culpar a alguien, la censura habia de ser para nuestro pueblo, para nuestros mismos antepasados, para nuestros mismos padres, cuyos vehementes deseos los gobernantes no hacian mas que cumplir. ¿Y no les hemos de tolerar algunos desahogos, expansion precisamente de aquellas grandes virtudes que conquistaron nuestra libertad e independencia y fueron despues la firme base de nuestra grandeza y poderuo?
A mi no me queda mas que el disgustillo del bibliofilo. La intencion de nuestras leyes era que se quemasen los libros perniciosos y se conservaran los utiles: no podia haber mejor intento; mas para llevarlo a cabo, era menester que los alcades y justicias hubieran tenido habiles interpretes para elegirlos. Con esto no pudo contarse, era materialmente imposible. Recuerdo haber leido, en un manuscrito arabe que se consrva en la biblioteca universitaria de Valencia, una nota en catalan que, puesta en castellano, dice lo siguiente: “Este libro me lo encontre yo, Jaime Ferrando, en (el pueblo de) Laguar, despues que los moros subieron a la sierra, en la casa donde vivia Mil-leni de Guadalest, el rey que ellos habian elegido, y como es letra arabiga, jamas he hallado quien sepa leerlo. ¡Tengo miedo no sea el Alcorán de Mahoma!
El codice es completamente inofensivo: ¡una gramatica!
¡Cuantos por miedo a que fueran malditos alcoranes, en la duda, por ignorancia, no habran parado en la hoguera!
HE DICHO
J. Ribera. “Bibliófilos y Bibliotecas en la España Musulmana” Zaragoza; Tip. de “La Derecha”, 1896
A mi no me queda mas que el disgustillo del bibliofilo. La intencion de nuestras leyes era que se quemasen los libros perniciosos y se conservaran los utiles: no podia haber mejor intento; mas para llevarlo a cabo, era menester que los alcades y justicias hubieran tenido habiles interpretes para elegirlos. Con esto no pudo contarse, era materialmente imposible. Recuerdo haber leido, en un manuscrito arabe que se consrva en la biblioteca universitaria de Valencia, una nota en catalan que, puesta en castellano, dice lo siguiente: “Este libro me lo encontre yo, Jaime Ferrando, en (el pueblo de) Laguar, despues que los moros subieron a la sierra, en la casa donde vivia Mil-leni de Guadalest, el rey que ellos habian elegido, y como es letra arabiga, jamas he hallado quien sepa leerlo. ¡Tengo miedo no sea el Alcorán de Mahoma!
El codice es completamente inofensivo: ¡una gramatica!
¡Cuantos por miedo a que fueran malditos alcoranes, en la duda, por ignorancia, no habran parado en la hoguera!
HE DICHO
J. Ribera. “Bibliófilos y Bibliotecas en la España Musulmana” Zaragoza; Tip. de “La Derecha”, 1896