“La pasión por la lectura, de la cual muchos se honran, como si se tratase de una preciosa cualidad intelectual, es, en realidad, una tara; nada se diferencia de las otras pasiones, qu acaparan el alma y mantienen en ella la turbación, envolviéndola en corrientes confusas que se entrecruzan hasta llegar a agotar sus fuerzas.
“Hay que leer con inteligencia, no apasionadamente. Se de ha ir a los libros como va al mercado el ama de casa, después de ordenada ya la marcha cotidiana de su labor, según las leyes de la higiene y de una prudente economía...
“La lectura desordenada aturde el espíritu, sin llegar a alimentarlo; poco a poco le va haciendo incapaz de reflexión propia y de concentración; por lo tanto, de producción. Lo exterioriza hacia dentro, por decirlo así; le hace esclavo de sus imágenes mentales, de cuyo flujo y reflujo se ha hecho ardiente espectador.
“Semejante embriaguez le hace estar fuera de su puesto: le desposee de la inteligencia, y tan solo le permite ir pisando las huellas del pensamiento ajeno, ponerse al tanto de las palabras, de los desarrollos, de los capítulos, de los volúmenes ajenos.
“Pocos trabajos podrá emprender el lector empedernido, luego que ha sobrecargado sus ojos y sus meninges; espiritualmente, se halla en estado de cefalalgia; el prudente trabajador, manteniéndose en posesión de si mismo, tranquilo y ágil, no lee mas que lo que quiere retener, no retiene mas que lo que le ha de servir, y organiza su cerebro y no lo maltrata con una balumba absurda” (Sertillanges).
De hecho, esta manía de leer siempre, y de todo, no tiene de intelectual mas que la manera como se practica. En el fondo, no es otra cosa que pereza disimulada del alumno, que prefiere recibir pasivamente en una ocupación fácil del espíritu, antes que aplicarlo a algo que exija el esfuerzo de dar. Hay un automatismo del lector, como lo hay del hombre andarín y de la mujer que entrecruza maquinalmente sus agujas haciendo punto. Lo mas corriente es que ese tipo de muchacho que lee todo lo que cae en sus manos, lea mas para matar el tiempo y para satisfacer una curiosidad fugitiva, que para ornamentar su espíritu. Lo que frecuentemente procura es gozar despierto, mientras lee, de un sueño, que ni siquiera se toma el trabajo de evocarlo por si mismo en su imaginación. Ocupación aceptable para el tren durante un largo viaje, pero no para otros tiempos en que se puedan hacer cosas mas útiles.
Moreno, Alfonso María
A los jóvenes : temas de hoy : (para círculos de estudios) / por Alfonso Mª Moreno, S.J.
[Burgos] : Ediciones Castilla, [1939?]
248 p. ; 24 cm