La biblioteca de préstamo, esa curiosa mezcla de empresa comercial y de preocupación por la mejora intelectual del país, fue creada, lógicamente, por un escocés. Allan Ramsay, poeta, fabricante de pelucas y librero, y padre del pintor retratista de igual nombre, agrego la primera biblioteca de préstamo a su tienda de Edimburgo en 1726. Pocos años mas tarde, en 1731, Benjamin Franklin, en el umbral de su asombrosa carrera como impresor, editor y diplomático, abrió una “Biblioteca por Suscripción” en Filadelfia. El reverendo Samuel Francourt, ministro disidente, fundo la primera librería de préstamo en Londres en los años 1730, pero ni este intento ni el que le siguió, en 1746, con el nombre de “The Gentlemen and Ladies’ Growing and Circulating Library” lograron éxito duradero. Este favoreció a la “Britihs Library”, fundada por George Bathoe en el Stand, cuando fue adquirida por el consumado fabricante y promotor de libros John Bell.
A fines del siglo XVIII, las librerías de préstamo se habían convertido en un rasgo común a todas las ciudades de la Europa occidental. En las localidades pequeñas, donde era imposible sostenerlas con provecho, los clubs de lectores y las sociedades literarias ejercieron la función de proporcionar a sus miembros las ultimas novedades del mercado librero.
Asimismo se les puede clasificar entre los precursores de las bibliotecas locales y municipales. Su súbita proliferación asombro a los observadores contemporáneos. Un critico observaba en 1795 que la “gente se ha acostumbrado a leer en la actualidad en lugares donde veinte años atrás apenas era posible conseguir un solo libro”. Pocos años mas tarde nos dicen que “la pasión por la lectura se populariza cada día mas y se extiende a todas las clases”. En 1804, las tres librerías de préstamo mas importantes de Dresden poseen unas existencias conjuntas de 60.000 volúmenes, es decir, un volumen por habitante. El efecto de las librerías de préstamo en el mercado librero fue acertadamente resumido por el librero londinense James Lackington (1746-1815): “Cuando las librerías circulantes se inauguraron por primera vez”, dice en sus memorias, “los libreros se alarmaron mucho, y su rápido aumento, añadido a sus temores, les indujo a pensar que la venta de libros disminuiría por culpa de tales bibliotecas.
Pero la experiencia ha demostrado que la venta de libros, lejos de disminuir por su causa, ha sido aumentada en gran manera, porque, gracias a estas instituciones, muchos miles de familias han obtenido libros baratos, a través de los cuales la afición a la lectura se ha hecho mucho mas general, y miles de libros son comprados todos los años por persones que primero los han pedido prestados a estas bibliotecas, y, después de leerlos, encontrándolos a su gusto, los han adquirido.
Steinberg, Sigfrid Henry Títol 500 años de imprenta / S.H. Steinberg ; traducción de Raimundo Portella
Barcelona : Zeus, 1963
379 p., [6] f. pleg. : il. ; 21 cm