Baskerville. Uno de los nombres mas grandes de toda la
historia de la imprenta es el de John Baskerville, un manufacturero de
Birmingham, Inglaterra (1706-1775), que, a los 50 años de edad, se inició en un
nuevo pasatiempo que lo haría famoso: la tipografía. Su intención era producir
unos pocos libros que resultaran lo mas perfectos posible. Se perfecciono
primero en el diseño y fundición de tipos y luego se ocupo de la manufactura
del papel y la tinta, perfeccionando métodos cuyos fundamentos siguen vigentes
hasta ahora. A estos preparativos dedico los siete años que precedieron a la
impresión de su primer libro, una edición del poeta latino Virgilio, recibida
calurosamente en todas partes del mundo, que le dio un gran prestigio como
impresor. Su segundo libro fue una versión de El paraíso perdido, de Milton, en
cuyo prefacio Baskerville expresaba su deseo de producir solo libros “de merito
intrínseco” que “al publico le gustaría verlos en un vestido elegante”. Su
magnun opus fue una Biblia de tamaño folio que imprimió bajo los auspicios de
la Universidad de Cambridge, obra calificada como “uno de los libros mas
hermosos del mundo entero”.
Baskerville imprimió tan solo 67 libros, cantidad
relativamente exigua, pero ya se dijo que a Baskerville únicamente le
interesaba la calidad. Aunque sus libros eran caros y solo los coleccionistas
con recursos podían adquirirlos, el los vendía por debajo del costo, a un
precio que no alcanzaba a cubrir los gastos que su impresión le había
demandado.
La mayoría de los libros de Baskerville se entregaban a los
compradores en rústica, dejando al dueño la oportunidad de escoger el estilo de
encuadernación que mas les gustara.
Las obras de este impresor son notables por la sencillez de
su tipografía, ya que no utilizo casi ninguna ornamentación, logrando sus
hermosos efectos mediante el uso racional de los espacios, la simétrica
distribución del material en la página y la nitidez y perfección de la
impresión misma.
Los caracteres que utilizaba, de excelente factura artesanal
y mecánica, constituían además una verdadera innovación en el diseño de tipos.
El nombre de Baskerville será inmortal en los anales de la imprenta afirma
McMurtrie, porque era un idealista con la visión y coraje de un verdadero
artista. Concibió la idea del libro perfecto como no se lo había conocido antes
de el en Inglaterra. Montó en su casa un pequeño taller que casi puede llamarse
de aficionado, y en el realizaba todas las etapas del trabajo, destinando a
cada uno de sus aspectos el mismo extraordinario cuidado. Su ingenio y dedicación
le permitieron producir en su pequeña prensa manual verdaderos tesoros de la tipografía
que hoy aprecian los amantes de los libros bellos en todas partes del mundo.